AUTOMATIZACIÓN VS. PENSAMIENTO (de lo inmediato) por Rocío Gran Ortega
La era digital. A menudo la imagino como un enorme portal desde el que acceder a un mundo digno de película de ciencia ficción. Es difícil atribuirle una iconicidad concreta a la expresión "era digital", pero esa es, aproximadamente, la imagen que me evoca. Lo que nunca había llegado a imaginar es a un periodista mitad humano (con sus gestos, sus sensaciones y su piel), mitad máquina; hasta me siento terriblemente pequeña al enfrentarme a una acepción como la del "periodista cyborg" de McCullagh, "capacitado y provisto de la tecnología que le permita no depender de ninguna oficina". Cierto es que al periodista de hoy en día prácticamente lo único que le falta es llevar el ordenador colgado al cuello. El periodista y el ordenador son dos palabras que suelen ir de la mano, y por supuesto, Internet no lo es menos: la inmediatez, el contacto continuo, la omnipresencia son virtudes bien valoradas en el mundo de la información. Pero ¿hasta qué punto podemos exigir al periodista ser eficiente en tantos campos (un excelente narrador de historias fiel a la verdad a la par que un magnífico conocedor de las nuevas tecnologías)? Aún no ha llegado el día en el que los informadores de la sociedad sean criaturas semi robóticas; siendo así, ¿hasta qué punto sacrificamos la veracidad en pos de la inmediatez? En un momento en el que es más importante ofrecer una noticia el primero, ¿queda tiempo para la contrastación de fuentes, la búsqueda de la objetividad? Lo digital, Internet, son para el periodismo armas de doble filo: la automatización frente al pensamiento, la cantidad frente a la calidad... Problemas que el periodismo deberá aprender a esquivar para no caer en el deterioro. Suponiendo, claro, que algún periodista sobreviva a esta era digital de prisas, pantallas y reciclado de conocimentos constante.
¿Cómo podemos medir la calidad, si no es cuantificándola? Tal vez esta problemática sea más complicada aún de aseverar que la dualidad entre cuantitativismo y cualitativismo, clásica por otra parte, y no pocas veces, irreconciliable.
Aunque desde luego en este ensayo se habla de nuestro antagonismo con los piés mucho más en la tierra, omitiendo las divagaciones propias de los políticos-filósofos (me atrevería a decir que como yo, si no fuera hacer un ejercicio de excesiva autosuficiencia). Desde luego, nos enfrentamos a un conglomerado tecnológico tan vasto, que resulta imposible escapar a él. En un panorama cada vez más globalizado donde los medios de comunicación se han convertido en el principal elemento socializador, el papel que juegan los periodistas es, grosso modo, el de "escritores de la historia". Los medios se convierten en las nuevas religiones a seguir, cada vez más influyentes, gracias a su simbiosis con las nuevas tecnologías. Haciendo un símil bíblico: "aquello que un periodista ate en la tierra, quedará atado en la historia".
Tal vez esté focalizando tu cuestión desde una perspectiva algo miope, pero el jugo de tu ensayo lo encuentro en que el periodismo, los medios en realidad, no pueden luchar contra aquello que les hace fuertes. Por otro lado, es posible que coincidamos en la esencia de la crítica, a la que yo voy a referir no como una dualidad irreconciliable, sino como un proceso de progresiva "deshumanización" del arte (y de los oficios). Éste es una consecuencia más del pragmatismo capitalista que tanto daño hace a la cultura, a los valores y a la sociedad. El arte nunca debería perder aquello que le es más propio: la capacidad para transmitir humanidad (aquello que es herencia del ser humano). En definitiva, te acabo por dar la razón cuando pienso en que el periodista debiera actuar como actúa un enamorado: de forma desinteresada y convencida; y no como una mera prostituta que se inclina por el mejor postor, en este caso, ese oropel vacuo que tu denominas "automatización".
"No hay nada tan increíble que la oratoria no pueda volverlo aceptable" (Cicerón)